Inteligencia artificial emergente
¿Qué pasa cuando una computadora puede aprender en el trabajo?
La inteligencia artificial (IA) es, en términos simples, la ciencia de hacer por computadora las cosas que las personas pueden hacer. En los últimos años, la IA ha avanzado considerablemente: la mayoría de nosotros utiliza teléfonos inteligentes que pueden reconocer el habla humana, o ha pasado por la fila de inmigración de un aeropuerto que usa tecnología de reconocimiento de imágenes. Los autos autónomos y drones voladores automatizados se encuentran en etapas de prueba antes del uso generalizado; al mismo tiempo, en ciertas tareas de aprendizaje y memoria, las máquinas superan a las personas. Watson, un sistema de computación con inteligencia artificial, derrota a los mejores competidores humanos en el juego de preguntas Jeopardy.
En comparación con el hardware y software normal, la inteligencia artificial le permite a la máquina percibir y responder a su entorno cambiante. La IA emergente avanza aún más, con un progreso a partir de máquinas que aprenden automáticamente con la asimilación de grandes volúmenes de información. Un ejemplo es el proyecto NELL, Never-Ending Language Learning de Carnegie Mellon University, un sistema de computación que no solo lee datos de cientos de millones de páginas web, sino que intenta mejorar su capacidad de lectura y comprensión en el proceso para desempeñarse mejor en el futuro.
De manera similar a la robótica de la próxima generación, las mejoras en IA llevarán a importantes avances en la productividad a medida que las máquinas se apoderen de ciertas tareas, e incluso las realicen de mejor forma. Existen varias pruebas para afirmar que los autos que se conducen solos reducirán las colisiones, y las muertes y lesiones que estas producen, en el transporte terrestre, ya que las máquinas no cometen los errores que los humanos sí, ni tienen fallas de concentración o defectos en la vista, entre otros problemas. Las máquinas inteligentes, al tener un acceso más rápido a mucha más información almacenada y poder responder sin influencias emocionales humanas, también podrían desempeñarse mejor que los profesionales médicos a la hora de diagnosticar enfermedades. Actualmente, se utiliza el sistema Watson en el área de oncología para diagnóstico y para ofrecerles opciones de tratamiento personalizadas con base empírica a los pacientes con cáncer.
Al igual que en las típicas pesadillas distópicas de ciencia ficción, está claro que la IA tiene sus riesgos; el más obvio de ellos es la posibilidad de que las máquinas súperinteligentes dominen y esclavicen a los humanos. Si bien no sucederá hasta dentro de unas décadas, los expertos se toman este riesgo cada vez más en serio; muchos de ellos firmaron una carta abierta coordinada por el Future of Life Instituteen enero de 2015 para alejar el futuro de la IA de las dificultades que pudieran surgir. Desde una perspectiva más prosaica, los cambios económicos producidos por las computadoras inteligentes que reemplacen a los trabadores humanos podrían agravar los desigualdades sociales y amenazar los puestos de trabajo existentes. Por ejemplo, los drones automatizados podrían reemplazar a los conductores que hacen envíos, del mismo modo que los taxis no serían necesarios gracias a los vehículos que se conducen solos y se pueden alquilar por un periodo corto de tiempo.
Sin embargo, la IA emergente podría darle más valor explícito a ciertos atributos que son exclusivamente humanos: la creatividad, las emociones, las relaciones interpersonales. A medida que las máquinas se vayan desarrollando en la inteligencia humana, este tipo de tecnología pondrá cada vez más a prueba nuestra visión de lo que significa ser humano, así como los riesgos y beneficios presentes en este proceso en el que el hombre y las máquinas son cada vez menos diferentes.